Leyendo estos días en las noticias las reacciones de la población en Moscú ante la guerra que Rusia ha emprendido contra Ucrania, de su siléncio en la calle y en las redes sociales, de las cabezas bajas y las miradas distantes; recordaba como dos situaciones, aparentemente antagónicas, habían propiciado la misma reacción en España. La primera, el franquismo, donde imperaba un silencio sobre cuestiones políticas y si detenían a alguien es que algo habría hecho. Y así era, si no te metías en política, si trabajabas y seguías con tu vida sin intentar entender o cambiar nada, todo iba bien. Lo mismo pasó durante los años plomizos de ETA en Euskadi durante la democracia. Ante los asesinatos, la población se mantenía en silencio y el comentario era el mismo: algo habrá hecho.
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